Un infarto cerebral, conocido también como ictus isquémico, es una zona del cerebro que ha quedado sin riego sanguíneo consecuencia de una oclusión de una arteria debido a una trombosis o una embolia. Si el infarto es detectado en las primeras horas de su ocurrencia puede realizarse un tratamiento de trombolisis para intentar desobstruir la arteria. El tamaño del infarto depende del tamaño de la arteria ocluida. Si la arteria ocluida es de gran tamaño, el elevado volumen de tejido cerebral infartado puede ocasionar un aumento de la presión intracraneal. En esta situación hay que valorar la realización de una craniectomía descompresiva. La craniectomía descompresiva no disminuye la afectación neurológica causada por el infarto cerebral pero sirve para aliviar la hipertensión intracraneal que puede comprometer la vida del paciente. El defecto óseo craneal puede ser reconstruido con posterioridad mediante una craneoplastia personalizada.